martes, 14 de julio de 2009

Espero -Mario Benedetti-

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,

sé que las noches son más frías,
Sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
Pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
Quizás por el resto de nuestras vidas.
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
Y la Luna oculta ese sol tan radiante.
Me siento sólo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo....


Asunción de tí -Mario Benedetti-



Quién hubiera creído que se hallaba 
sola en el aire, oculta, 
tu mirada. 
Quién hubiera creído esa terrible 
ocasión de nacer puesta al alcance 
de mi suerte y mis ojos, 
y que tú y yo iríamos, despojados 
de todo bien, de todo mal, de todo, 
a aherrojarnos en el mismo silencio, 
a inclinarnos sobre la misma fuente 
para vernos y vernos 
mutuamente espiados en el fondo, 
temblando desde el agua, 
descubriendo, pretendiendo alcanzar 
quién eras tú detrás de esa cortina, 
quién era yo detrás de mí. 
Y todavía no hemos visto nada. 
Espero que alguien venga, inexorable, 
siempre temo y espero, 
y acabe por nombrarnos en un signo, 
por situarnos en alguna estación 
por dejarnos allí, como dos gritos 
de asombro. 
Pero nunca será. Tú no eres ésa, 
yo no soy ése, ésos, los que fuimos 
antes de ser nosotros. 
Eras sí pero ahora 
suenas un poco a mí. 
Era sí pero ahora 
vengo un poco a ti. 
No demasiado, solamente un toque, 
acaso un leve rasgo familiar, 
pero que fuerce a todos a abarcarnos 
a ti y a mí cuando nos piensen solos. 



Hemos llegado al crepúsculo neutro 
donde el día y la noche se funden y se igualan. 
Nadie podrá olvidar este descanso. 
Pasa sobre mis párpados el cielo fácil 
a dejarme los ojos vacíos de ciudad. 
No pienses ahora en el tiempo de agujas, 
en el tiempo de pobres desesperaciones. 
Ahora sólo existe el anhelo desnudo, 
el sol que se desprende de sus nubes de llanto, 
tu rostro que se interna noche adentro 
hasta sólo ser voz y rumor de sonrisa. 



Puedes querer el alba 
cuando ames. 
Puedes 
venir a reclamarte como eras. 
He conservado intacto tu paisaje. 
Lo dejaré en tus manos 
cuando éstas lleguen, como siempre, 
anunciándote. 
Puedes 
venir a reclamarte como eras. 
Aunque ya no seas tú. 
Aunque mi voz te espere 
sola en su azar 
quemando 
y tu dueño sea eso y mucho más. 
Puedes amar el alba 
cuando quieras. 
Mi soledad ha aprendido a ostentarte. 
Esta noche, otra noche 
tú estarás 
y volverá a gemir el tiempo giratorio 
y los labios dirán 
esta paz ahora esta paz ahora. 
Ahora puedes venir a reclamarte, 
penetrar en tus sábanas de alegre angustia, 
reconocer tu tibio corazón sin excusas, 
los cuadros persuadidos, 
saberte aquí. 
Habrá para vivir cualquier huida 
y el momento de la espuma y el sol 
que aquí permanecieron. 
Habrá para aprender otra piedad 
y el momento del sueño y el amor 
que aquí permanecieron. 
Esta noche, otra noche 
tú estarás, 
tibia estarás al alcance de mis ojos, 
lejos ya de la ausencia que no nos pertenece. 
He conservado intacto tu paisaje 
pero no sé hasta dónde está intacto sin ti, 
sin que tú le prometas horizontes de niebla, 
sin que tú le reclames su ventana de arena. 
Puedes querer el alba cuando ames. 
Debes venir a reclamarte como eras. 
Aunque ya no seas tú, 
aunque contigo traigas 
dolor y otros milagros. 
Aunque seas otro rostro 
de tu cielo hacia mí.